Aferrarse a tener la razón

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Cuando lo que tú quieres no es lo mismo que yo quiero.

Constantemente nos encontramos ante la disyuntiva: Lo que mi socio, mi pareja, ex pareja, mi amigo, mi colega, quiere no es lo mismo que lo que yo quiero. Ante esta situación la reacción más inmediata es la de retirar el apoyo, ya sea manifestado en supresión del afecto, dinero, cuidados o cortesías, es decir, buscamos castigar a la otra persona por no estar de acuerdo con nosotros y esto es el camino más directo al fracaso tanto del proyecto o problema como del deterioro o rompimiento de la relación.
La gente tenemos todo el tiempo que lidiar con el punto de vista distinto de una persona que nos importa o con quien debemos por cuestiones de trabajo, ponernos de acuerdo. La postura inmediata e infantil, es creer que castigando vamos a lograr que la otra persona haga lo que nosotros queremos, es decir, ponemos presión en ella de tal manera que nos salgamos con la nuestra pero este camino llamado “ Bullying o chantaje” no genera buenos resultados.
Cuando estamos con una persona con personalidad fuerte, que defiende su punto de vista, la actitud autoritaria o de descalificación causa el efecto adverso, en vez de resolver, tensiona más y puede llegar a cortar de manera definitiva lazos de cariño, amistad o colaboración que eran esenciales para el futuro de los proyectos conjuntos, de nuestro trabajo o de la relación. La postura del “ORGULLO SUPERIOR” no le beneficia a nadie, es urgente en una situación así, que una de las partes salga de la cerrazón y se manifieste por la construcción del diálogo.
Si la posición de la otra persona es cerrada e impenetrable, debemos aprender a solicitar el diálogo haciendo hincapié en que estamos buscando un solo objetivo: Entender los argumentos de la otra parte. “Quiero entender tus razones, ayúdame a comprenderte mejor para que podamos llegar a un acuerdo en común” Si es posible, es preferible que pongamos por escrito esta petición para que no quede duda que no fuimos nosotros quienes nos cerramos.
Antes de manifestar nuestro deseo de hablar, debemos saber con claridad cuáles son nuestras preocupaciones o argumentos respecto al problema.

Debemos discernir entre nuestros argumentos o preocupaciones reales y las posturas egoístas. Una postura real es “no quiero gastar un dinero que no tenemos” una postura egoísta es “negarle la educación a tus hijos por no querer gastar”
Analicemos el caso de una pareja en concreto que se aplica igual a la pareja como al trabajo

Caso: La mamá quiere que los hijos vayan a una escuela muy cara y el papá se niega porque dice que no les alcanza y que es innecesario. ¿Qué debemos hacer? Entender las necesidades, miedos y preocupaciones de ambos y definir cuáles son las necesidades reales y cuáles son las posturas egoístas.
De entrada la postura egoísta es aquella que se niega a entender las razones de la otra persona. La postura realista es entender que ambos están, de maneras muy diversas cuidando el bienestar familiar, pues es lo que los dos argumentan, entonces esa debe ser la base de la negociación. Deben encontrar una solución que esté unicamente encaminada a solucionar ese objetivo porque ese atiende a las necesidades y preocupaciones de ambos. No cerrarse en quién tiene la razón y quién está equivocado.

En este caso, la mamá argumenta que pueden cortar otros gastos como salir a comer en restaurantes, el papá argumenta que de todas maneras no les alcanzaría y que es un esfuerzo demasiado costoso y lo mantendrá tenso. La mamá alega que él gasta en comidas, lo que podrían gastar en educación.
¿Dónde está la solución? Ambos deben ceder. Las necesidades de ambos deben ser tomadas en cuenta. Aunque haya quienes piensen que a simple vista el papá está equivocado, o que la mamá está enfocada en la educación de calidad que le da una escuela, ambos deben escuchar las razones de raíz de la otra parte. La pregunta que cada uno debe hacerse es ¿Por qué quiero lo que digo que quiero? La respuesta a esta pregunta nos acerca a la razón real y sólo con la razón real podemos trabajar.

La mamá está enfocada en: Una sola opción de escuela, para ella no hay otra, quiere una educación de calidad y status social para los hijos.
El papá está enfocado en: Que les rinda el gasto, no estar tenso por un pago demasiado costoso, no involucrar a los hijos en una dinámica escolar que le va a requerir otros gastos muy altos como pago de campamentos, etc. y no quiere cortar otras partes del presupuesto que para él son importantes.

Esto es lo que quieren, pero ¿por qué lo quieren?
La mamá aceptó lo siguiente: Ella quiere que sus hijos vayan a esa escuela porque las amigas de su infancia están enviando a sus hijos ahí, ella quiere pertenecer a ese círculo social. Es decir, no tiene mucho que ver con la educación de sus hijos.
El papá aceptó lo siguiente: Para él comer en restaurantes y poder gastar en eso, es esencial, es para él importante aunque sea superficial. Dice que no quiere vivir para trabajar sino trabajar para vivir.
Ambos, tienen razón. Este es el punto de partida. Si descalificamos a uno, cometemos el mismo error que tiene esta pareja. La solución únicamente se encuentra cuando podemos legítimamente comprender las necesidades de ambos sin descalificarlas.
Esta pareja debe llegar al objetivo en común: La educación de nuestros hijos es muy importante pero también es importante que la familia no haga gastos que los mantendrá tensos, el papá necesita darse algunos gustos.
Al reconocer la raíz detrás de sus deseos y retomar el objetivo inicial "EL bienestar de la familia", lograron enfocarse en el propósito de tener una buena educación para sus hijos a un precio razonable y se decidieron por otra escuela, menos cara, con excelente nivel académico aunque más lejos de su domicilio. El papá se comprometió a llevar a los hijos a la escuela y gastar menos en restaurantes para que con ese ahorro los hijos pudieran hacer al final de los estudios un intercambio en el extranjero, todos ganaron cuando se pusieron de acuerdo.

Para lograr un acuerdo, debemos estar listos a deshacernos de nuestros propios prejuicios, cerrazones, apegos y obsesión por tener el control, encontrar la parte en donde nosotros también nos estamos cerrando. Debe entrar aire en nuestra mente, debemos estar dispuestos a comprender a la otra parte sin amenazarle, gritarle, chantajearle o imponerle nuestra voluntad, exponer con tranquilidad la razón de nuestra postura o preocupación y pedirle a la otra persona que resolvamos en conjunto tanto sus preocupaciones como las nuestras.
Recapitulando. Cuando hay tensión por dos posturas distintas de un mismo problema, las dos partes están negadas a ver las razones de raíz de la otra parte. Esto se debe a un exceso de querer controlar y el único camino es el diálogo de corazón, en donde los dos expongan sus preocupaciones o necesidades con toda sinceridad, sin miedo a decir la verdad.
Solo si decimos nuestra verdad podremos escucharnos a nosotros mismos y reconocer dónde estamos siendo orgullosos, necios y cerrados y dónde tenemos razón y debemos ser comprendidos. Encontrar la preocupación común es esencial para las partes porque solamente en el objetivo en común se puede construir un camino.
La otra solución es seguir adelante con la presión, la descalificación hacia el otro, la violencia, el silencio y desgastar la relación hasta que haya una ruptura definitiva, si esta es tu elección, ya conoces el camino pero no la recomiendo.

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@JICALZADA

ESCUELA DE LA VIDA
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Julia Ines CALZADA
Fundadora de “Escuela de La Vida”, contenidos que inspiran a la creación colectiva y a la reinvención del individuo.