Todos los hombres nacen iguales, pero es la última vez que lo son

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En la Divina Comedia, Dante hace referencia a los pecados capitales explicándolos como faltas específicas al amor. Por ejemplo consideraba a la pereza como una pérdida del amor a sí mismo y a la vida, otro ejemplo estaba constituido por el exceso de amor por los bienes materiales y al placer, ejemplificados en la avaricia y la lujuria. El caso de la corrupción, sin duda podría ser un ejemplo de este tipo de aprecio excesivo sobre los bienes materiales en perjuicio de otros, en la cual se abandona la visión social y comunitaria para privilegiar una visón individualista que sobre estima el propio bien estar. Existen muchos mitos asociados a la corrupción, desde los cuales, lamentablemente se toman decisiones, por ejemplo, se cree que la corrupción es un fenómeno cultural que se presenta principalmente en países en desarrollo, en sistemas políticos inestables y como un fenómeno piramidal que asciende desde los niveles sociales y económicos más bajos, que son más fácilmente “corruptibles” por el poder económico. Esta visión sugiere que en aquellos países faltos de democracia, cultura política o desarrollo económico los fenómenos de corrupción se presentan con mayor facilidad, sin embargo, actualmente sabemos que todos los tipos de gobierno sin importar si son considerados democráticos, socialistas o dictaduras son susceptibles a la corrupción.
Algo que ha quedado claro sobre la corrupción es que si bien efectivamente sigue un esquema piramidal, la corrupción no comienza en las base de la pirámide “fácilmente corruptible”, sino por el contario de arriba hacia abajo, cuando la corrupción se observa en los niveles más básicos de la sociedad es porque es permitida, tolerada o fomentada en niveles más altos de la misma. Ejemplo de ello lo encontramos en la última gran crisis económica global que puso al descubierto casos de corrupción de altos ejecutivos de compañías como Lehman Brothers o Enron en los Estados Unidos, ejecutivos de alto nivel, en gobiernos de altos estandartes de democracia y libre mercado, quienes antes de implicarse en este caso de corrupción ya eran sumamente ricos y pertenecían a un grupo muy privilegiado de la sociedad norteamericana.

Aunque parezca increíble trabajos experimentales realizados recientemente por Paul Piff de la Universidad de Berkeley, han mostrado que el nivel socioeconómico correlaciona con una mayor incidencia de conductas antiéticas. En estos estudios se mostró que a mayor nivel socioeconómico, se presenta una mayor incidencia de conductas que implican violar la ley, apoderarse de los bienes de otros, mentir en negociaciones, engañar para aumentar la probabilidad de ganar y tendencia a tomar decisiones fuera del marco ético aceptado socialmente. Piff menciona que ciertos hábitos de crianza facilitan este comportamiento, por ejemplo, el desapego o falta de preocupación por la opinión de los otros, excesiva independencia, inatención a las consecuencias de los propios actos, entrenamiento excesivo en conductas orientadas a metas, un ambiente social y educativo orientado principalmente al poder económico, el trabajo dirigido para beneficiarse solo a sí mismo y la promoción de ideas y “valores” que justifican o que generan creencias positivas hacia la acumulación.
Claramente el disfrutar de los beneficios del trabajo y de las habilidades personales para el legítimo beneficio personal no es un problema, el problema es cuando lo único que importa es el beneficio personal o cuando este se consigue a costa de los beneficios legítimos arrebatados a otros miembros de la sociedad. Si algún día queremos disfrutar de una sociedad más humana, libre y justa es necesario acabar con las desigualdades generadas entre otros factores por la corrupción y la ambición desmedida.

ESCUELA DE LA VIDA
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OSCAR GALICIA
Soy Licenciado en Psicología por la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); Maestro en Investigación Biomédica en el Instituto de Fisiología Celular de la UNAM Doctor en Investigación Biomédica en el Departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina de la UNAM. Mi área de especialización es en Neurociencias de la Conducta, donde realizo una investigación sobre las bases fisiológicas de la Conducta Agresiva y afectiva, tanto en seres humanos, como en modelos experimentales y animales de laboratorio.